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miércoles, 18 de marzo de 2009

La Lola

Dejé el coche aparcado en la orilla de la carretera. El lugar había cambiado mucho en aquellos 20 años. El camino hacia la urbanización estaba asfaltado... y parecía que hacía menos cuesta, había más casas, y el descampado que había entre la urbanización y el pueblo era ahora un parque. Me senté en un banco que había justo donde hace 20 años estaba el viejo lavadero, y me puse a pensar en el verano que pasé en aquel pueblo. En cierto modo habían sido las mejores vacaciones de mi vida, aunque las pasara trabajando sin ver un duro a cambio. Fue un verano agridulce, el último de mi adolescencia, y el primero de mi vida como adulta. En aquel mes de agosto descubrí lo que era la aventura, lo que significaba la palabra amistad... y también descubrí que la vida no era tan bonita como a mi me parecía.

Pilar, mi mejor amiga, se fue ese año a vivir a Orusco, un pueblecito de Madrid. Su padre había montado allí una fábrica, y se la llevó a ella y a su hermano Marcos para que trabajaran allí. Como siempre habíamos estado juntas, mis padres accedieron a que pasara con ella el mes de agosto. Era la primera vez que pasaba tanto tiempo "sola", y aquello ya era algo emocionante por sí solo.

Siempre había envidiado a Pilar, por que tenía mucha más libertad que yo para todo, pero eso sólo sucedía por que su padre pasaba muy poco tiempo en casa. Pero en el pueblo las cosas eran distintas: después de salir de la fábrica, teníamos que volver a casa, preparar la cena, y quedarse ya recogidas en casita. Y claro, en un pueblo y en pleno mes de agosto, estaba claro que dos chicas de 15 años no estábamos dispuestas a llevar una vida monacal, así que para cuando yo llegué, Pilar ya tenía sus propios planes. El plan consistía en esperar todas las noches a que Javier, su padre, se durmiera; entonces saltábamos por la ventana (era una casita baja), y luego lo más difícil, saltar la tapia porque la puerta de la verja chirriaba. Aún no sé como no me rompí ningún hueso en una de aquellas aventuras nocturnas.

Entonces es cuando realmente empezaban nuestras vacaciones. Todas las noches hacíamos la misma ruta. Bajábamos por el camino que va de la urbanización al pueblo, parando antes en el viejo lavadero, que era donde dejábamos escondido el tabaco, y sentadas en la pila nos fumábamos un cigarro. Nos encantaba sentarnos allí y mirar el cielo, las estrellas la luna... la "Lola" como la llamábamos nosotras. Era un cielo que en Madrid, con su contaminación no podíamos ver, un auténtico espectáculo... nuestro momento mágico. Luego íbamos a la discoteca a encontrarnos con los amigos, y o bien nos quedábamos allí, o íbamos a la plaza, o nos íbamos todos juntos al río. Luego el camino de vuelta a casa, y nueva parada en el lavadero, para volver a esconder el tabaco, y para hacer acopio de valor para subir el camino otra vez, porque hacía una cuesta de mil demonios, y lo más importante, para despedirnos del cielo, las estrellas y nuestra amiga Lola hasta la noche siguiente.

Los fines de semana la rutina cambiaba, porque la madre de Pilar, que trabajaba en Madrid, los pasaba con nosotros. Entonces nos daban un poquito más de manga ancha. Podíamos salir después de cenar y volver sobre las 11. También variaba en que como salíamos "oficialmente" algún amigo nos subía en moto hasta la urbanización, sin peligro de despertar a nadie, así que teníamos que adelantar nuestro momento mágico, y bajar cuando aún no había anochecido.

Aquel era el sábado del último fin de semana de agosto. Yo me iba en el primer autobús del lunes, y nos queríamos despedir, así que esa noche subimos andando para poder hacer hacer nuestra parada en el lavadero.

- Isabel... ¿No puedes quedarte una semana más?

- No puedo, empiezo las clases el miércoles.

- Te voy a echar mucho de menos. Quiero que me escribas. Me escribirás ¿Verdad?

- Pues claro que te voy a escribir Pilar. Yo también te voy a echar de menos. Sabes que en Madrid no tenía más amiga que tú.

- Mira: todas las noches vendré aquí a saludar a la Lola. Haz tu lo mismo, y será como si la estuviéramos viendo aquí las dos juntas.

- Lo haré, aunque la tendré que buscar... no será tan fácil como aquí. Pero lo haré, te lo prometo.

- ¿De verdad?

- Que sí, de verdad. Y ahora vamos, que tenemos que subir "la calle del calvario".

Subimos la calle hacia la casa, y cuando ya estábamos llegando, nos encontramos con un grupo de amigos. Entre ellos estaba Antonio, un chico que como yo, estaba pasando las vacaciones en casa de Pedro, otro amigo, y que se iba el domingo por la mañana, y como íbamos bien de tiempo, nos paramos un ratito para despedirme de él. No habían pasado dos minutos, cuando apareció Marcos.

- Pilar, Isabel, que dice papá que en cinco minutos en casa.

- Bueno, espera que ya subimos contigo.

No sé cuanto tiempo pasó. Sólo sé que cuando Marcos llegó, me estaba fumando un cigarro, y que aún no lo había apagado cuando apareció Javier hecho una fiera.

- ¿No he dicho yo que fuerais para casa?

Acto seguido cogió a Pilar, y se la fue llevando, entre golpes, empujones y tirones de pelo. Marcos y yo subimos asustados detrás, y el resto de la pandilla quedaron sentados, sin saber qué hacer. Ya en casa, Javier continuó empujando a Pilar hasta la habitación. Estaba como loco, y no hacía más que gritar, y con cada grito otro golpe, otro empujón.

- ¿Te crees que es normal que estés a estas horas en la calle? Y encima con chicos ¡Eres una zorra!

- Javier - Intenté interceder - Por favor, Marcos acababa de llegar y ...

- Y tú niña, te quiero fuera de mi casa.

No me podía creer lo que estaba sucediendo. Ni como su madre se quedaba allí parada, callada y mirando. Mi rabia, mi impotencia y sobretodo mi orgullo, pudieron más que todo aquello.

- No hace falta que me eches Javier. No pienso quedarme ni un minuto más en esta casa, no te preocupes.

Así que guardé toda mi ropa y me fui a casa de Pedro, adelantaría un día mi vuelta a casa. Eso es algo de lo que me he arrepentido toda la vida, ya que como amiga, debería haberme quedado al lado de Pilar: fui tanto o más responsable de su intento de suicidio aquella noche que su propio padre.

A pesar de todo lo ocurrido, nuestra amistad, lejos de sufrir daño alguno, se hizo más sólida. Cumplimos nuestras promesas infantiles, nos escribíamos varias veces al mes, y todas las noches salíamos en busca de la Lola para saludarla, ella en el lavadero y yo en un banco del parque de al lado de mi casa.

Por carta, me fue informando de como era la rutina de la vida en un pueblo que en invierno se quedaba con menos de la mitad de habitantes que en verano, de la última paliza que le dio su padre, de la salud de la perrita que habíamos "adoptado" iba mejorando mucho, de que ella se había puesto enferma, porque su padre la había encerrado toda una noche en la fábrica, y no pudo dormir intentando entrar en calor, y de que pese a todo iba todos los días a trabajar, porque era la hija del jefe, y tenía que dar ejemplo...

Y así fue pasando el tiempo, hasta que la última carta me la trajo ella a casa. Me contó que hacía una semana, se levantaron, desayunaron y bajaron la fábrica, como todos los días, y allí se encontraron con las puertas cerradas, y a sus compañeros esperando en la calle. Aguardaron un par de horas, y volvieron todos para sus casas. La escena se repitió en los siguientes días, con la diferencia de que los compañeros, que hasta entonces también eran amigos, adoptaron el papel de trabajadores engañados, y aunque sabían la situación de Pilar y Marcos, a ellos les adjudicaron el de hijos del jefe, así que decidieron coger el dinero que había en la casa, y volver a Madrid, aunque después tuvieran que sufrir las consecuencias.

Javier nunca volvió. Llegaron el divorcio, las denuncias, los juicios, las deudas... pero él nunca apareció. Y la vida de Pilar, Marcos y su madre tomaron una normalidad relativa.

Nuestra amistad también cobró normalidad. En el tiempo que Pilar estuvo en el pueblo, yo había empezado a salir con un chico, y ella pensaba que nos estorbaba, por lo que nos veíamos menos de lo que hubiéramos querido. Más tarde ella también empezó a salir con alguien, y poco a poco nos fuimos distanciando. Llegó mi boda, a la que Pilar no asistió, según ella porque tenía que trabajar. Pasados dos años, me enteré por Marcos de que ella también se había casado, y que tenía una niña preciosa, y que se llamaba Isabel, como yo. Le di mi dirección, a ver si era posible, que volviéramos a mantener por lo menos una correspondencia. Pero las pocas noticias que tenía de ella, las recibía por boca de Marcos, o de su madre, las escasas veces que me los encontraba.

Hasta que recibí su carta anteayer, nunca sospeché que Pilar había terminado compartiendo su vida con un hombre como Javier. En aquella incoherente carta se despedía de mi, y me pedía disculpas por no haber podido presentarme a su hija. Me contaba que en todos estos años, no había dejado una noche de salir a saludar a la Lola, y me pedía que yo siguiera haciendo lo mismo, para poder seguir estando juntas, aunque sólo fuera imaginariamente.

Ayer recibí la llamada de Marcos, diciéndome que el funeral sería a las 10 de la mañana, que por favor, no dejara de asistir. Por fin conocí a Isabel, la pobrecita estaba agarrada de la mano de su padre, ignorante de todo lo que aún la quedaba por sufrir.

Y después del funeral decidí volver aquí para despedirme de ella. Pasé la tarde en el pueblo, intentando ver alguna cara que me resultara conocida, pero no encontré ninguna, el tiempo hace estragos en la gente. Ya había anochecido cuando terminé de enterrar las cartas debajo del banco donde hace veinte años estaba el lavadero.

Pilar, ¿Ves a la Lola? Luce enorme, radiante y redonda, colgada en medio del cielo negro y de los millones de estrellas que yo no puedo ver en Madrid.

17 comentarios:

  1. me gusta como relatas esto te lo inventas tu todo?

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  2. pues merece la pena que pongas tu coco en marcha

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  3. Buenos dias, no me sale publicidad en ninguno de tus blogs

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  4. hola soy Reyes he tenido que cambiar mi blog os dejo la direccion:
    masquever-reyna.blogspot.com

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  5. venga mas relatos ,que valiente eres

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  6. hola animate y pon alguno más eses muy buena

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  7. HOLA!SUERTE CON TODO!

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