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viernes, 10 de abril de 2009

II - Yago

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Descubrí en Yago a una persona maravillosa. Pese a sus pintas, su cresta, sus cadenas, llevaba dentro a un chico atento, educado, que al pasar te sujetaba la puerta (aún recuerdo el primer día, sorprendida me eché a reir y casi recibo un portazo en la nariz) y conseguía no parecer ridículo cuando me cogía la mano para besármela. En fin que era divertido, atento, cariñoso... sentí lástima por Eva, que nunca llegaría a disfrutar de su amor.

Y como vuelvo a decir, la experiencia es un grado, y junto a que la verdad, Eva era una chica muy mona, conseguí que Yago sintiera por mi lo mismo que yo sentía por él.

Bueno, un romance juvenil ya sabemos todos como es, así que para no aburriros seré breve. Así me quitaré cuanto antes la espina que llevo clavada en el alma.

Nos veíamos todos los días, ya que en el tiempo que pasábamos el uno sin el otro era como si nos faltara el aire. A diario yo iba a buscarle cuando salía de trabajar, y luego el me acompañaba a casa, ya que como he dicho Eva trabajaba de noche.  Los fines de semana pasábamos un rato con los amigos y luego nos ibamos sólos a pasear, siempre buscando la oscuridad, a tomar algo, alguna vez al cine...

lunes, 6 de abril de 2009

I - Eva

Finalmente seguí el rastro de los pensamientos de la chica y di el salto.

Cuando entro en un cuerpo, siempre me gusta quedar en un principio en segundo plano, así me hago a sus recuerdos y a su entorno, y no convertir a la persona en una extraña para sus conocidis, y poco a poco me voy colocando al frente. Así descubrí que Eva, que así se llamaba la chica, ese a su edad y su estética personal, no era tan "marginal" como yo pensaba, tenía su trabajo y quitando el clásico "escalón" generacional, no tenía demasiados problemas con su familia, es más, era una persona que se llevaba bastante bien con todo el mundo. Y lo más importante, había perdido la cabeza por un chico al que sólo conocía de vista, y oye, reconocí al instante que la muchacha no tenía mal gusto, habría que darla un empujoncito en ese aspecto, a fin de cuentas la experiencia es un grado.

Así que poco a poco fui haciendo que se fuera acercando a él, buscando amigos comunes, provocando encuentros casuales... y así poco a poco también fui pasando al frente, conociendo un poco más a Yago, y cometiendo el anunciado mayor error de mi vida: enamorarme de él.

(Continuará...)

domingo, 5 de abril de 2009

Introducción

Os voy a contar mi historia, bueno  no toda, porque sería muy larga, y es que puede decirse que al menos mientras siga intuyendo el peligro, soy inmortal. 

Veréis hace... dioses, hace mucho tiempo, dejémoslo en unos siglos, cayó en mis manos un escrito, en el que el autor describía los pasos para poder "saltar" de un cuerpo a otro, pasos que naturalmente no os voy a explicar, que la competencia es algo que nunca me ha gustado.

Lo probé ¡Y funcionó! Desde entonces he estado saltando de cuerpo en cuerpo, hasta el dia de hoy. La pena es que no dejo las personas que ocupo en demasiada buena condición, quedan más bien como cáscaras vacías, en estado vegetativo. Eso sí, no los dejo así como así, les tengo mucho respeto, y les dejo dignamente en su cama, como si durmieran. Tampoco sé si sufrirán, lo que sí sé es que si lo hacen no es durante demasiado tiempo, ya que como suelo rondar siempre cerca, puedo dar por seguro que mueren pronto, y siempre me entristezco, acabo cogiéndolos cariño.

Una vez cometí, quizá el que fuera el mayor error de mi vida. Me encapriché con el cuerpo de una niña de unos 16 años, una "antisistema" como los llaman ahora (por aquel entonces sólo era una punky, las cosas eran mucho más fáciles). Así que una noche me metí en la cama y busqué la mente de la chica. Salí del cuerpo de Ana (así se llamaba el cuerpo que habitaba entonces) despacito, casi de puntillas, y la dejé tranquila, como si durmiera. Me di una vuelta por la casa y lancé un beso mental a Juan, su marido. Me dio mucha pena, me caía muy bien y pasé muchos buenos ratos con él (en todos los sentidos), pero el pobre se quedaba solo, ya que no sé porqué, mientras ocupo un cuerpo éste no puede concebir. Lástima, me hubiera gustado ser madre alguna vez.

(Continuará...)