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viernes, 13 de marzo de 2009

El Tropiezo

regalos de navidad
trabajar desde casa

Como siempre, iba con prisas: iba a llegar tarde al trabajo (otra vez), e iba caminando deprisa, intentando que no se me cayera la bolsa con la compra, y hurgando en el bolso para ver sin encontraba las dichosas llaves del coche, cuando choqué con aquella mujer... a partir de ahí, todo se vuelve un poco borroso. 

Recuerdo que aquello fue un lío: al final se me cayeron las cuatro cosas que llevaba en la bolsa, pero esa mujer... ¡Dios! ¿Había comprado todo el supermercado? La acera estaba llena de paquetes, y menos mal, que casualmente no había un alma en la calle, si no hubiese sido catastrófico. 

Me puse a ayudar a la mujer a recoger sus cosas, y olvidando mis prisas por el trabajo, me ofrecí a llevarle la compra a su casa, que no debía estar muy lejos de allí, por que realmente no recuerdo haber andado mucho, aunque era una casa baja, que pensándolo ahora, no pegaba con el resto de las casas del barrio. 

Lo que sí recuerdo es que la casa olía raro, como a rancio, a cerrado..., y que pese a que en la calle hacía sol, y las cortinas y persianas de las ventanas de la casa estaban abiertas, las habitaciones permanecían prácticamente a oscuras. 

La mujer me invitó a sentarme y me preguntó si quería tomar un café o un té, y yo que ya ni pensaba en trabajo, ni en despido, le dije que sí. 

Y allí, tomando un té, empecé a hablar con esa mujer, como si la conociera de toda la vida, las palabras iban saliendo de mi boca, como si estuvieran tirando de ellas con un hilo, le conté que hacía ya tiempo que no tenía trato con mi familia, que vivía sola con un gato siamés que se llamaba Torpe, y que mi vida era un completo desastre. Entonces la señora se levantó, abrió un cajón del mueble de la sala, sacó un colgante, me lo puso en el cuello... y todo se esfumó. 

Sentí como cuando estás soñando que te caes, pero oía la voz de la mujer, aunque no entendía nada de lo que decía y veía imágenes borrosas a mi alrededor, que poco a poco se fueron aclarando: Veía a mi madre en la cama de un hospital, y a mi padre sentado al lado llorando..., luego me veía a mi misma, también en un hospital, con una cuna al lado, y luego mirándome en un espejo, ¿pero esa era yo realmente? tenía aspecto avejentado, un ojo morado y la nariz hinchada..., y en el espejo se veía reflejado también un hombre con un cinturón en la mano, dispuesto a golpear de nuevo... y el llanto de un niño... y luego todo negro, y voces de gente que se iban acercando más y más... 

Cuando abrí los ojos, estaba tirada en el suelo de la acera, junto a la entrada del supermercado, con mi compra desparramada en el suelo, y gente, unos que se acercaban a mirar, y otros que pasaban intentando no pisarme a mí ni a mi compra. 

- ¿Te encuentras bien? – me preguntó un hombre mientras me ayudaba a levantarme. 

- Sí, bien..., muchas gracias. 

Aturdida todavía, miré al hombre que tan amablemente me estaba ayudando, y un pánico enorme me invadió entera, al ver que era la misma cara que había visto en el espejo... ¿en qué espejo? Empecé a mirar a mi alrededor, a ver si veía a la mujer, pero no había rastro de ella. ¿Qué había pasado? 

Me di cuenta entonces que tenía un colgante en el cuello, y las llaves del coche en la mano. Cogí la compra, le volví a dar las gracias, y me fui deprisa... Tenía que llamar a mis padres.

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