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sábado, 14 de marzo de 2009

Ella

Después del accidente, se fue a vivir un tiempo con su hermano. No se veía capaz de volver a casa sin ella. A pesar de que Mónica, la mujer de su hermano, le decía que podía quedarse durante todo el tiempo que quisiera, habían pasado ya dos meses y tenía decidido que ya era hora de volver y enfrentarse a la casa, con su soledad y sus recuerdos.

Al abrir la puerta y entrar en el piso, fue como si no hubiera sucedido nada. Tuvo incluso la sensación de que ella iba a salir a recibirle como solía hacer cada día. Pero eso ya no iba a suceder: ella nunca volvería a salir a darle un beso de bienvenida cuando volviera de trabajar, ni a preguntarle que tal le había ido el día; ni volvería a arrugar el gesto cuando llegara tarde a casa. No, ella no volvería a hacer todas esas cosas, que antes parecían nimiedades, y que ahora se habían vuelto vitales para él.

Recorrió la casa vacía: la cocina, donde ella se esforzaba por satisfacer sus gustos, aunque ni la gustaba ni se la daba bien cocinar. El cuarto de estar, tan lleno de ella, con sus fotos, sus adornos... aquellas figuritas que él había tachado de horteras ahora le miraban desde sus estanterías con aire triste, y eran ahora tan bellas... El cuarto de baño parecía que aún olía a sus cremas y perfumes. Y el dormitorio, claro, donde tantas veces se habían demostrado al inmenso amor que se tenían, donde ella, entre sudores y gemidos, le había susurrado que le amaba. La casa estaba tan vacía, y tan llena de ella...¿Podría vivir así?

Se sentó en la cama y abrió el joyero, donde su hermano, después del accidente había guardado su anillo de boda. Ella fue enterrada con su anillo puesto. Nunca se lo quitaba para nada, aunque él la reprendía por ello, avisándola de que lo perdería el día menos pensado... se equivocó. Se puso el anillo y se echó en la cama.

Cuando abrió los ojos estaba anocheciendo. Fue curioso, por que nunca había dormido siesta, sin embargo se había quedado dormido nada más poner la cabeza en la almohada. Se levantó con un enorme dolor de cabeza. Fue a la cocina a ver si había alguna lata de conservas para cenar: pedir comida a domicilio le recordaría demasiado a ella, y a tantas tardes de domingo en las que les gustaba disfrutar el uno del otro, a veces sin salir de la cama ni para cocinar.

En la cocina se encontró con un plato de carne guisada. Bueno, Mónica tenía las llaves del piso, seguramente se lo había llevado y no quiso despertarle. Y en el microondas una nota, ¿Era posible que fuera su letra?

"Cariño, estoy muy bien, pero te echo de menos. Te he preparado la carne como te gusta.. Espero que me haya salido bien.

Te amo

Inés"


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